viernes, 2 de diciembre de 2011

Álvaro Cunqueiro: La crónicas del Sochantre. (una propuesta de lectura)


"... En 1959 Álvaro Cunqueiro (Mondoñedo, 1911- Vigo, 1981) recibía el Premio Nacional de la Crítica por su versión al castellano de Las crónicas del Sochantre. Diez años más tarde sería su novela Un hombre que se parecía a Orestes la galardonada con el Premio Nadal. Sin embargo, y a pesar de ser reconocida con dos premios tan importantes, la obra del escritor mindoniense no fue suficientemente valorada en su época. No militar en las corrientes creativas en boga podía suponer elostracismo o la incomprensión de autores y libros, y la literatura de Cunqueiro no consiguió permanecer al margen de esa criba selectiva y fue tachada de “escapista”,simplemente porque no cumplía las expectativas de las pautas socio-culturales o sociopolíticas del momento.
Las crónicas del Sochantre se inspiran en una tradición bretona análoga a la Santa Compaña gallega: la de la carroza funeraria en que viajan las ánimas en pena. El protagonista es el sochantre Charles Anne de Crozón, soñador pusilánime que un día es raptado por una hueste de difuntos para que les entretenga con música. Pasado el susto de convivir con unos muertos que de día parecen personas y de noche son sólo esqueletos, el Sochantre aprende a vivir intensamente sobre el telón de fondo de la revolución francesa. Las crónicas del Sochantre es una obra enmarcada en la Bretaña del siglo XVIII, en la que una hueste fantasmal rapta al joven sochantre, Charles Anne de Crozón, para que amenice un entierro. El asunto lo lleva a viajar con ellos en una carroza durante tres años colmados de aventuras y de relatos acerca de lo que llevó a la muerte a sus captores, quienes se definen a sí mismos como terroríficos, pero al mismo tiempo serenos:

"…, y porque veo en vuestros ojos, señor sochantre, tanta sorpresa como miedo, quiero aseguraros de que toda esta compañía, aunque sea de réprobos, fantasmas, ahorcados y sombras, es un batallón de gente pacífica.”

Desde un principio la trama nos envuelve con la descripción de Bretaña como una tierra en que los muertos y los vivos mantienen sana convivencia, y donde estos últimos los perciben, en muchos casos, a través de una amplia red de sutilezas, o de experiencias plenamente sensoriales.

“Por los caminos de Bretaña va la danza macabra empujando vientos, y la más diminuta flor que nace en abril, a la vera del camino, ignora si va a ser llevada al cabello de una niña o pisada por el pie de un esqueleto que salta al frente de la hueste…”

Estos condenados tendrán que redimir sus culpas por un tiempo asombrosamente determinado, antes de volver a sus tumbas y poder al fin descansar en paz. Son curiosísimas las reglas que tienen que seguir en esta especie de vida suspendida, en la que poseen un cuerpo durante varias horas del día mientras que, en otras, se ven reducidos a meros esqueletos (o a una lucecilla azul -a falta del mismo-, como en el caso de Guy Parbleu).

“Y tampoco os hemos dicho que nosotros, estando muertos, no podemos encender lumbre en hogar ni entrar en casa donde esté encendido, ni comer pan de trigo, ni cosa alguna que lleve sal o aceite, ni beber vino. Pero ahora mismo vamos hacia las ruinas del monasterio de Saint-Efflam la Terre, y Mamers tiene allí, en la que fue cocina de los frailes, una pipa de cerveza doble de marzo y un jamón adobado con pimienta que enviamos a asar…”

Varios críticos han comentado con innegable acierto la influencia de la narrativa medieval, y en concreto de los Cuentos de Canterbury, en la técnica de historias encuadradas y encadenadas utilizada por Cunqueiro en las Crónicas. Sin embargo creo que también es válido hacer notar que el procedimiento de hacer que los personajes cuenten historias propias o ajenas reunidos por las noches, muchas veces en fondas o posadas, alrededor de unas copas de brandy con agua o ponche, se utiliza con frecuencia en Los Papeles del Club Pickwick. Mutatis mutandis, Cunqueiro reúne a su grupode difuntos en las ruinas del monasterio de St. Efflam-la-Terre alrededor de una jarra de cerveza y un jamón impregnado de pimienta, en una vieja cabaña en la selva de Goulic, o en la posada medio derruida de Guingamp. La tercera parte de las Crónicas, "Viaxes e Aventuras", nos recuerda también la técnica episódica utilizada por Dickens en los Pickwick Papers.

El libro es, simplemente, las historias de los ajusticiados: la de la fascinante madame Clarina de Saint-Vaast, de quien el sochantre, dentro de su inmensa vulgaridad, se enamoró, y, pasados los años, se acordaba de la verde vaguedad de sus ojos, y cuando se volvía súbitamente le parecía que ella estaba detrás, sonriéndole en la sombra; la historia del coronel Pierre Henri Pol de Léon Coulaincourt de Bayeux, feroz militar fusilado en el patio de armas de Sedán por crímenes que el curioso lector conocerá si lee bien esta impresionante historia; o la del verdugo de Nancy, maestro del ahorcar en Lorena, o la del médico Sabat, megulómano doctor que envenenó fuentes publicas pereciéndole poco el recetar. Y tantas y tantas historias que nos trasladan a la Bretaña en le época de la Revolución francesa. .."
Es sólo extracto y compendio de otras reseñas:

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