miércoles, 26 de diciembre de 2012

LAS VÍRGENES SUICIDAS, de Jeffrey Eugenides. Reseña de Emilio Piqueras Gómez.


LAS VÍRGENES SUICIDAS, de Jeffrey Eugenides
Editorial Anagrama
Traducción de Roser Berdagué. 
Reseña de Emilio Piqueras Gómez

La presente obra representa el aterrizaje del escritor estadounidense en el mundo de la narrativa, una novela con atmósfera de cuento que se desarrolla en un barrio residencial de las afueras de Michigan, contextualizada en la década de los setenta y protagonizada por una familia católica con cinco hijas, quienes representan el secreto objeto de deseo de los muchachos, las Lisbon.

El argumento gira alrededor de la visión de los adolescentes sobre el mundo del amor, el erotismo y la sexualidad. Está escrita en clave iniciática. Parece narrar una fase de aprendizaje de un mundo vedado para los chicos adolescentes quienes nos transmiten la historia desde su particular visión. Cada uno de los muchachos que tuvieron algún tipo de relación con las Lisbon van contando su recuerdo, su interpretación sobre lo que era el mundo del despertar adolescente en una época en que existían en Estados Unidos demasiadas cortapisas, en donde el aprendizaje les resultó arduo y difícil, pues su única referencia parecía ser cuando esporádicamente veían las pelirrojas melenas de las Lisbon lucir al viento a bastante distancia, cuando las espiaban en la finca de la mansión en donde vivían. Además trata otros temas, no secundarios, en donde certifica ciertos logros: como sacar a relucir algunas de las inconsistencias de la pretendida clase media americana, y también, a ratos, consigue retrotraernos a las percepciones cuasi mitológicas que, en edades adolescentes, los chicos de aquella época podían tener sobre algunas chicas. El contexto que se nos ofrece es el de la asfixiante atmósfera protectora en donde se encuentran encerradas unas “princesas” que no dejan de enfermar. La relación interior-exterior parece que representa uno de los motores que consiguen darle vida a la historia y, por descontado, el responsable último del trágico final. Esa dicotomía parece corresponderse con la de permitido-prohibido, algo que establece una envenenada sociología en las juveniles mentes, pero con el matiz de que toda la historia está contada desde fuera, desde las voces narrativas de los muchachos.

En cuanto a la técnica, ya se ha comentado que posee una atmósfera especial en forma de relato en donde diferentes voces narrativas van tomando la palabra. Se agradecen conseguidas las metáforas de situación como las que utiliza en las llegadas de la ambulancia cada vez que hay un suicidio, con sus dos flemáticos conductores-camilleros. Asimismo, consigue excelentes momentos de intriga mediante algunas escenas en donde las Lisbon van dejando extrañas notas por las casas, y como colofón, utiliza una especie de terrenales cacofonías a través de un teléfono, en donde el grupo de chicos que cuentan la historia intentan mandar sinceros mensajes, a través de las letras de ciertas canciones que van sonando en un cassete, en tanto que las hermanas, por su parte, van contestando con otras desde una actitud extravagante. Y consigue poner la guinda ya casi al final, en los momentos previos a mostrarnos el insoportable y lacerante desenlace.

La novela está montada desde una voz narrativa en plural, perteneciente a un grupo de adolescentes que se van haciendo eco de la serie de extravagancias y, a la vez, de la atracción que en ellos suscitan las pelirrojas hijas que son las protagonistas. El texto pretende culpabilizar de los suicidios a una educación rígida y anticuada que los padres intentan imponer, aunque este motivo no siempre logra hacerse creíble.

A los personajes principales no termina de hacerlos consistentes porque no profundiza lo suficiente en ellos, ni siquiera a una de las hijas, la única promiscua, Lux, de quien a veces, nos llega más la extravagancia o los sueños delirantes sobre el sexo que pudiera tener un escritor adolescente. A los únicos protagonistas que consigue hacer más creíbles es a algunos secundarios, como es el caso de los conductores de la ambulancia. Quizás, en su disculpa, habría que reseñar que utiliza un auténtico laberinto de personajes secundarios, quizás más de cincuenta. En ellos se emborracha con las expresiones de el Sr. Y vio (…) o la Sra X dijo (…)

Por otra parte, los diálogos no los ha particularizado, aunque lo cierto es que ni siquiera lo ha intentado. De hecho, a veces da la impresión de que más que una novela está escribiendo un documental en donde los personajes dan fe de lo que pasó. Su estructura viene a ser la de tres o cuatro páginas narradas, a continuación de las cuáles aparece una única frase dialogada de uno de los personajes.

Solo citaré una de las obras que me ha recordado, “La casa de Bernarda Alba” de Lorca.

En fin, la novela puede tener un atractivo considerable, se salva de calificarla como “de luces y sombras” al ser la primera escrita por el autor, circunstancia que limita la oportunidad de ser demasiado exigente. Personalmente, entiendo que esta novela alcanzó más renombre por el argumento tan sensacionalista y llamativo que posee, que le sirvió para que fuera llevada a la gran pantalla, elegida por la hija de Coppola para su primera película como directora cinematográfica. La formidable promoción y el reparto que tuvo hizo que el filme fuera conocido y con ello la novela, que entiendo le debe a la película una buena parte de su popularidad. Y también es necesario destacar, para que el lector termine de entender la emoción que suscita la propuesta, que la visión de aquella historia está contada por unos personajes ya adultos, y que al hacerlo les subyace cierta parte de nostalgia o de añoranza por tiempos pasados y, en muchas ocasiones, todo queda imbuido en un cierto mundo peterpanesco.


EMILIO PIQUERAS

lunes, 24 de diciembre de 2012

Mircea Cartarescu: Nostalgia.


"... Mircea Cărtărescu nació en Bucarest el 1 de junio de 1956. Es un poeta, prosista y crítico literario. Está casado con la poetisa Ioana Nicolaie. Es considerado por la crítica literaria el más importante poeta rumano de la generación de 1980. Es conferenciante universitario, doctor en la Cátedra de Literatura Rumana de la Facultad de Letras de la Universidad de Bucarest. Es el escritor rumano más apreciado en el extranjero por el momento, y algunos críticos literarios consideran que podría ser el primer rumano ganador del Premio Nobel para la literatura. Nostalgia, la obra que consagró a Mircea Cărtărescu como la voz más potente de las actuales letras rumanas, constituye una auténtica revolución literaria. Los lectores que abran las páginas de Nostalgia deberán prepararse para una onda de marea verbal de la imaginación que lavará las ideas previas de lo que una novela es o debería ser. Aunque cada uno de sus cinco capítulos está separado y es independiente, una armonía temática, incluso hipnótica se encuentra en los juegos infantiles, la música de las esferas, la humanidad primordial, la creación de mitos, los orígenes del universo, y en los bloques de viviendas ruinosas de un apocalíptico Bucarest durante los años de la dictadura comunista.

El volumen se abre con El Ruletista, una parábola asombrosa sobre la vida y la muerte, la pulsión creativa y la pasión humana; y que narra la improbable historia de un hombre al que nunca le ha sonreído la suerte, pero que, sorprendentemente, hace fortuna participando en letales sesiones de ruleta rusa. Sin embargo, inesperadamente, encuentra en los escarceos con la muerte (a través del juego de la ruleta rusa) una forma de afrontar la asunción de su propia identidad. Como explica el autor, “el Ruletista apostaba contra sí mismo. Cuando se llevaba la pistola a la sien, él se desdoblaba. Su voluntad se volvía en su contra y lo condenaba a muerte. [...] Pero puesto que su mala suerte era absoluta, lo único que podía hacer era fracasar siempre en todos y cada uno de sus intentos de suicidarse”. Y solo corresponderá al lector decidir, tras la lectura de la historia completa, si en verdad el protagonista fracasa o no…: “porque los personajes no mueren jamás, viven siempre que su mundo es leído”.Hay un lugar en el mundo donde lo imposible es posible, se trata de la ficción, es decir, la literatura. Allí las leyes del cálculo de probabilidades pueden ser infringidas, allí puede aparecer un hombre más poderoso que el azar.

En El Mendébil, un mesías impúber de aires proustianos pierde sus poderes mágicos con el advenimiento de su propia sexualidad, y se ve perseguido por una legión de jóvenes acólitos. En Los gemelos, Cărtărescu se entrega a la bizarra exploración de la ira juvenil, hasta desembocar en la pieza central del libro y compone un romance adolescente bastante banal situado entre largas descripciones de un hombre vistiendo vestido de mujer, REM, considerada su mejor pieza corta, que narra la historia de Nana, una mujer de mediana edad, enamorada de un estudiante de instituto en una Bucarest pesadillesca, enciclopédica, que se eleva a la categoría de ciudad universal. En el sueño de los humanos existe una fase en la que los ojos se mueven a mayor velocidad y, según indican los estudios científicos, es aquélla en la que más sueños se producen. Son esos momentos los que Cărtărescu reproduce de forma magistral en este cuento, a base de círculos concéntricos formados por escenas que a su vez se componen de imágenes aisladas, retazos de vida real y fantasía entremezclados de los que surge una sinfonía perfecta que sólo puede contemplarse en su totalidad una vez se ha caminado por el borde de cada una de esas esferas perfectas situadas en algún lugar fuera del mundo. “REM” es un relato cuya cadencia es capaz de usurpar el espíritu del lector y tomar las riendas de su voluntad, una habitación de espejos, un recorrido por la Vía Láctea dentro de una burbuja. Nadie como Cărtărescu hasta ahora había sido capaz de plasmar con tanto acierto las cotas de crueldad y de demencia que pueden alcanzar los juegos infantiles que, analizados bajo su particular mirada trastornan al lector consiguiendo que en ocasiones no sepa si está soñando, o si son los niños quienes sueñan.

La principal aportación de Cărtărescu a la literatura es su original manera de introducirse en el subconsciente, como nadie lo había hecho antes: plantea un mundo onírico y orgánico a partes iguales, desgarrador pero pulcramente detallado, con una precisión casi escatológica y la costumbre de no omitir el más mínimo detalle. Además de entremezclar como un hechicero lo onírico y lo orgánico, lo hace al igual con lo real y lo fantasioso pero también con los miedos atávicos y con los infantiles. Nada escapa a su magia. Se pasea como un vampiro funambulista entre los temas recurrentes que compactan y dan coherencia a su literatura: los recuerdos precisos de la infancia, del mundo del sueño, las prolija composición del cuerpo humano y de los animales, la sexualidad andrógina y la constante confusión y mutación de los seres vivos.

Se considera que Cărtărescu es uno de los más importantes teóricos del posmodernismo rumano, y se trata de un autor que goza de gran predicamento tanto dentro como fuera de las fronteras de Rumanía. Se consagró con el volumen de cuentos Nostalgia (1993), en el que destaca, de manera indiscutible, «El Ruletista», publicado por Impedimenta en 2010. Siguió Lulu (1994), novela tortuosa y genial que indaga en el misterio del doble, y que le valió el Premio ASPRO. Su proyecto Orbitor (1996-2007), una críptica trilogía de tema onírico, de complicada lectura, adopta la forma de una mariposa, y se considera su obra más madura, y es de una dificultad estilística notable, tanto que se considera de difícil traducción a otros idiomas, y de difícil lectura. Contiene tres volúmenes, Aripa stângă (“El ala izquierda”), Corpul (“El cuerpo”) y Aripa dreaptă (“El ala derecha”). Recientemente ha publicado el volumen de cuentos “Frumoasele străine” La bella extranjera (2010, de próxima aparición en Impedimenta), una sátira rayana en lo grotesco que narra secuencias de la vida literaria genuinamente rumanas pero también cosmopolitas. Tres historias unidas por una sola voz narrativa.


En El Ruletista observamos ya algunos rasgos que cobrarán fuerza renovada en el resto de historias presentes en Nostalgia (El Mendébil, Los gemelos, REM y El arquitecto): escenarios descritos de una forma absolutamente plástica, personajes cargados de problemas en su relación consigo mismos y, sobre todo, un especial uso del tiempo -que Cartarescu domina con especial maestría- que nos sitúa en un contexto de apariencia real pero que siempre colinda con el terreno onírico, con la evanescencia de los sueños. Esta última particularidad, una de las notas que convierten en especialmente atractiva la literatura de este rumano en el ecuador de la cincuentena, nos hace recapacitar de forma casi armoniosa, sin grandes sinsabores pero sin tampoco olvidar los aspectos menos amables de la vida, sobre el viejo adagio latino: tempus fugit. Y es que, si algo les ocurre a los personajes de Nostalgia, es que sienten con especial sensibilidad la huida del tiempo, lo que empuja, a todos y cada uno de ellos, a vivir con gran intensidad los recuerdos del pasado, siempre en contraste con las expectativas de futuro. De esta manera, todos deambulan casi errantes en busca de un equilibrio que solo puede llegar al precio de poner en orden lo fijo (lo inquebrantable por pasado) y lo aún por modificar. Cartarescu confiesa a través de uno de los protagonistas de Los Gemelos: “Pero, en primer lugar, odiaba mi mentalidad de soñador negligente que -lo sabía- me impediría sin duda llevar la vida que me habría gustado”.

Esta descompensación entre la condición frágil de nuestro ánimo y la necesidad de imponerse a las pruebas del destino, conduce en ocasiones a los personajes a un estado en el que ni siquiera saben si reír o llorar. Esta tesitura ambivalente, siempre incómoda, entre la náusea y la alegría voraz, es otro de los fortines de la literatura de Cartarescu, que explica por boca de uno de los protagonistas de Nostalgia: “Me asusta un poco la pasividad con que he empezado a aceptar la situación pero incluso este temor es, de hecho, más bien lo que debería sentir que lo que verdaderamente siento (lo que de verdad siento es un deseo de reír hasta las lágrimas, todo me parece un carnaval, una farsa cómica)”..."


Esta recensión es un extracto y compendio de otras reseñas:





jueves, 6 de diciembre de 2012

“Mientras agonizo”,de William Faulkner: Reseña de Emilio Piquera Gómez.

“Mientras agonizo”,
de William Faulkner
Traducción de Jesús Zulaica.
“El extravagante último paseo”
Reseña de Emilio Piqueras Gómez

La presente obra del ya legendario autor estadounidense es una atípica novela en donde aparecen muchos personajes narradores –hasta quince distintos –, que hacen que el lector obtenga una heterogénea perspectiva de la historia, lo cual repercute en que el ritmo se aminore y puedan ser cuestionadas las reflexiones aportadas por cada una de las voces narrativas.

Es una novela ambientada en un condado imaginario del Missisipi de principios del siglo pasado. La trama principal gira alrededor de la muerte de una humilde madre, Addie Bundren, que tiene dicho a los suyos que, tras su deceso, la han de llevar a enterrar a su pueblo de origen. Para ese viaje, la familia intentará transportar a la difunta mediante una miserable carreta dentro de un ataúd fabricado por uno de los hijos. Durante el periplo, otro de sus vástagos, Jewell, la salvará de una riada mientras la familia se empeña en cruzar un río a pesar de no haber puente, y, posteriormente, lo volverá a hacer en un incendio provocado por otro de los hijos a quien la gente le supone ciertos dones misteriosos. La figura del padre, como figura de autoridad contemporizada en el tiempo literario, aparece muy bien llevada, dibujada como una mente primitiva y generacionalmente trasnochada.

En el texto está, asimismo, mostrada de forma sobresaliente la subcultura de una familia rural, pudiendo ser ese otro de los subtemas de la novela. También, la figura de Dios aparece permanentemente en las páginas de la obra, mediante giros en los diálogos –igualmente muy americanos –, como «que me condene sí…», «que Dios me castigue»…. Aparte de la figura de autoridad ya comentada, también destaca la ingenuidad del pequeño de la familia, mostrada a través de su propia voz narrativa, mediante la técnica del fluir de conciencia, donde a su madre la imagina convertida en pez y niega cualquier atribución negativa hacia ella o hacia cualquiera de los suyos: «¿cómo va a oler así mi madre?». Asímismo, es de destacar el espíritu de solidaridad entre vecinos, que se evidencia a pesar de la incómoda situación que suponía la aparición a lo largo del camino de la familia numerosa con un cadáver en plena descomposición, transportado en la ruinosa carreta.

El género se podría considerar dentro del drama, aunque la trama aporta cierta parte de sarcasmo, pues la imagen de la carreta rodando haciendo huir a quienes tienen la desdicha de coincidir con ella o en los lugares donde deciden comprar o pasar la noche, tiene cierta parte de esperpento y crea una atmósfera muy especial a lo largo de toda la obra. Aparte de eso, el autor utiliza en la obra técnicas novedosas, como la comentada del fluir de conciencia ya tratada en “La señora Dalloway” por Wolf, o en el “Ulises”, de Joyce; también es innovador en la utilización de tantas voces narrativas, en donde el lector ha de seleccionar cuáles encuentra fiables para al menos intuir el próximo hito en la trama, técnica originaria de Henry James y que posteriormente Nabokov perfeccionaría más.

Los personajes están bien creados, consiguiendo en ellos suficiente consistencia. Además, al darles a todos voz narrativa con el Flujo de Conciencia, hace que se profundice más en cada uno de ellos, y resulten más logrados. En cuanto a los diálogos, se muestran bastante particularizados, con expresiones propias de cada uno de ellos: «mi madre es un pez», del pequeño, «que me condene», del médico…«si madre estuviera lo aprobaría», del padre… El lenguaje empleado, según la voz narrativa que utiliza, lo va acomodando a la propia idiosincrasia del personaje tanto en los monólogos como en los diálogos, los cuales existen en abundancia. Quizás, algunas veces los pronombres personales, sobre todo “él”, llega a confundirse, pues no queda claro en la voz narrativa a quién se refiere, y en más de una ocasión hay que volver atrás y releer contextualizándolo según las costumbres de cada protagonista. En cualquier caso, exhibe un lenguaje llano, fácil de entender y sin ningún intento de florituras, aunque sin concesiones.

En resumen, la novela parte de un ritmo más lento, mientras el lector va haciéndose con la trama a través de las diferentes voces narrativas y va identificando a los personajes que hablan, para posteriormente aumentar esa cadencia. Extraña un poco no tener una fuente narrativa única y fiable, pero a esa cuestión, también el lector acaba acostumbrándose, y si se reflexiona un poco, se convendrá con el autor en que es una técnica que se asemeja más a la vida real, donde suelen coexistir múltiples puntos de vista, de entre los cuales hemos de forjarnos el nuestro propio. En cuanto a las descripciones, las de los personajes están bastante conseguidas, pues es a ellos a quienes les ha dedicado la mayor parte de la focalización durante toda la obra.

En fin, una novela diferente en un momento en que suponía toda una innovación el uso de las múltiples voces narrativas y el prolífero uso del Flujo de conciencia; y también una obra con un argumento original donde los haya, que consigue que el lector imagine y disfrute con la respuesta de todos los personajes con quienes se cruza la extraña comitiva. Y, por supuesto, una propuesta que, por su estilo y aportaciones técnicas se engloban dentro de esa original obra representativa de autores experimentales europeos como Wolf, Joyce o Proust, que, junto con Faulkner, influyeron tan decisivamente en la novela del boom hispanoamericano y posteriormente en toda la novela contemporánea.

EMILIO PIQUERAS