miércoles, 14 de diciembre de 2016

Los Comentarios Reales del Inca Garcilaso (el origen de la literatura latinoamericana)

Para el mes de diciembre se ha propuesto la lectura de los Comentarios Reales del Inca Garcilaso

“… Garcilaso de la Vega (el Inca) nació en Cuzco en 1539 y falleció en Cordoba en 1616, el mismo año en que también habían desaparecido Cervantes y Shakespeare. Fue un cronista singular que ha sido considerado como uno de los mejores prosistas del renacimiento español. Su visión del Imperio de los incas es fundamental en la historiografía colonial, y en ella brinda una imagen armoniosa, artísticamente idealizada y emocionalmente intensa del mundo precolombino y de los primeros años de la conquista.
Su vida está marcada por su mestizaje tanto biológico como cultural. Era hijo natural pero noble por ambas ramas: su padre fue el conquistador español Sebastián Garcilaso de la Vega y Vargas, vinculado a ilustres familias, y su madre la ñusta (princesa) inca Isabel Chimpo Ocllo, perteneciente a la corte cuzqueña. Sin derecho a usar el nombre de su padre (llevaba el de Gómez Suárez de Figueroa), de naturaleza tímida y reservada, la formación intelectual del Inca fue lenta, y tardía su producción madura. Escribe su obra enteramente en España, adonde viajó, en 1560, con el propósito de reclamar el derecho a su nombre (entre sus antepasados ilustres se encontraban el poeta Garcilaso de la Vega, Jorge Manrique y el marqués de Santillana), lo que consiguió, y a él agregó orgullosamente el apelativo Inca, por el que se le conoce. Se estableció en la localidad cordobesa de Montilla (1561), ciudad en la que gozó de la protección de sus parientes paternos, y luego en Córdoba (1589), donde se vinculó a los círculos de humanistas españoles y se dedicó al estudio y la investigación que le permitirían escribir sus crónicas. Residente en España desde 1560, Garcilaso empezó en 1586 a compilar documentos, crónicas e informaciones orales sobre el Perú. Desde allí le enviaban noticias su tío Francisco Huallpa y el caballero Garcí Sánchez de Figueroa. También le sirvieron las cartas y las visitas de amigos y otros “indianos” que llegaban de América, con quienes Garcilaso entablaba largas charlas. Todo esto, sumado a las crónicas de autores como Cieza, el padre Acosta y Blas Valera, así como su propia memoria que atesoraba los relatos sobre los incas que escuchó de niño de boca de sus parientes maternos. Puede servir como resumen elocuente de su azarosa vida el epitafio que él mismo redactó grabado en su lápida ubicada en Catedral de Córdoba:
“Inca Garcilaso de la Vega, varón insigne, digno de perpetua memoria. Ilustre en sangre. Perito en Letras. Valiente en armas. Hijo de Garcilaso de la Vega. De las casas de los Duques de Feria e Infantado y de Elízabeth Palla hermana de Huayna Capac, último emperador de las Indias. Comentó La Florida, tradujo a León Hebreo y compuso los Comentarios Reales. Vivió en Córdova con mucha religión. Murió ejemplar. Dotó esta capilla. Enterrose en ella. Vinculó sus bienes a las ánimas del purgatorio. Son patrones perpetuos los señores Deán  y Cabildo”

El Inca Garcilaso se inició en la vida literaria en 1590, con la notable traducción de los Diálogos de amor de León Hebreo, a partir del original italiano. Su primera crónica, La Florida del Inca (1605), epopeya en prosa, nada tiene que ver con el Perú sino con la conquista de la península de ese nombre (actualmente parte de Estados Unidos) por Hernando de Soto, pero prueba las altas virtudes del Inca como prosista y narrador.

Su obra máxima son los Comentarios reales que ha sido considerada como la historia subjetiva de un testigo presencial con intereses íntimos en conflicto, narrada en dos tomos. Los comentarios reales deben su nombre al intento del Inca de desvirtuar todas las historias previas que se habían escrito sobre su pueblo, por eso el calificativo de “reales”, en oposición a la “falsedad” de aquellos crónicas.

La primera parte vio la luz pública en Lisboa, en 1609, en una magnífica edición realizada por Pedro Crasbeeck y dedicada a la princesa Catalina de Portugal. Trata de la historia, cultura e instituciones sociales del Imperio inca.  Escrita a partir de los recuerdos del Inca Garcilaso y de sus vivencias en el Cuzco, el libro pretende preservar la memoria histórica de las tradiciones de la civilización andina en el territorio del Perú. En esta majestuosa obra se presenta la historia de la dinastía incásica, describiendo la vida de los reyes, sus creencias religiosas, leyes, formas de gobierno y demás datos históricos.

La segunda parte titulada Historia general del Perú (publicada póstumamente en 1617), se ocupa de la conquista de esas tierras y de las guerras civiles.  con menor calidad de edición, y aunque su nombre oficial es de Segunda parte de los comentarios reales, ha venido a ser conocida como la Historia General del Perú, en la que se cuenta la guerra de conquista del Perú y las guerras civiles fratricidas por los restos del imperio y sus riquezas que surgen entre los conquistadores.

La crónica de los Comentarios reales ofrece una síntesis ejemplar de las culturas que configuran el Perú, integradas dentro de una concepción providencialista de los procesos históricos, que él presenta como una marcha desde los oscuros tiempos de barbarie al advenimiento de la gran cultura europea moderna. Esta obra, conocida universalmente como los Comentarios Reales de los Incas, es la que ha cimentado la fama del Inca Garcilaso, debido a su calidad literaria y a su contenido, con nutrida información sobre la historia y las costumbres de los incas.

El Inca Garcilaso es conisderado como un excepcional y tardío representante de la prosa renacentista, caracterizada por la mesura y el equilibrio entre la expresión y los contenidos, así como por su sobria belleza formal. Es la primera gran obra de la literatura peruana y una de las más importantes del período colonial. Algunos lo consideran como el cantar de gesta de la nacionalidad peruana. En el campo historiográfico tuvo mucha influencia entre los historiadores peruanos y americanos, hasta mediados del siglo XIX, cuando se empezó a cuestionar su valor histórico.
Son evidentes las huellas dejadas por la lectura de los Comentarios Reales en muchos destacados literatos y escritores, ya desde el siglo XVII. Por ejemplo, se aprecian esas huellas en La ciudad del sol de Tommaso Campanella, en Persiles y Segismunda de Miguel de Cervantes, y en La vida es sueño de Pedro Calderón de la Barca. Posteriormente, la obra inspiró a Marmontel su célebre novela épica Les Incas (1777); a Madame de Graffigny sus Cartas de una peruana (1747); a varios de sus cuentos; posiblemente a Rousseau para su teoría del buen salvaje (1751). El relato del náufrago español Pedro Serrano (Libro I, capítulo 8 de la primera parte), es muy probable que inspirara a Daniel Defoe para escribir su Robinson Crusoe.

Edgar Montiel subraya la condición erudita y lectora de Garcilaso de la Vega, cuya estrategia comunicativa desde el título Comentarios Reales, al asumirse como inca y descendiente de incas, resultó muy atractiva para figuras de la talla de Hugo Grotius, John Locke, Bacon, Montesquieu, Voltaire, Diderot, Francoise de Grafigny, Marmontel, entre otros.

Es prácticamente una opinión generalizada que no sea difícil comprender el por qué se considera al Inca como el primer escritor genuinamente iberoamericano.  Su prosa es sobrecogedora. Aunque se trata de una crónica histórica, el libro se disfruta como si se tratase de una novela, a veces épica, otras veces lírica;  donde Garcilaso juega constantemente con los géneros, usando todo tipo de recursos literarios, desde la crónica propiamente dicha y la poesía, pasando por anécdotas y comentarios personales,  consultas epistolares, reflexiones íntimas, memorias y añoranzas, crítica y elogio, cotejo con otros historiadores como José Acosta; y antologías como la divertida aventura que narra del náufrago Pedro Serrano que ha sido ponderada como un antecedente claro del Robinson Crusoe de Daniel Defoe.

Para Vargas Llosa la visión arquetípica y perfecta que expresaba Garcilaso sobre los incas tenía una evidente inspiración platónica. El haber traducido Diálogos de amor del florentino León Hebreo necesariamente tuvo una influencia en su pensamiento. Como historiador, Garcilaso deja al lector perplejo debido a su descripción minuciosa de la cultura incaica 60 años después de abandonar su tierra natal, sin olvidar que los Comentarios Reales de Garcilaso están llenos de mitos, leyendas, y fábulas que recogió por tradición oral. Como el poema épico de La Araucana de Alonso de Ercilla para Chile, los Comentarios Reales del Inca Garcilaso, escritos en una ciudad andaluza y censurados en el siglo XVII, por la sugestión de patria y libertad que contenían, proclaman el nacimiento de un mestizaje cultural, y probablemente prefiguran toda la literatura latinoamericana…”



miércoles, 14 de septiembre de 2016

Suave es la noche de Francis Scott Fitzgerald ("Toda vida es un proceso de demolición")

Para empezar este año se ha propuesto en la tertulia la novela Suave es la noche de Francis Scott Fitzgerald (


“… Francis Scott Key Fitzgerald nació el 24 de septiembre de 1896 en Saint-Paul, Minnesota (Estados Unidos), en el seno de una familia de clase burguesa y creencias católicas. Estudió en la Universidad de Princentown, sin llegar a graduarse, y luego se alistó en el ejército para participar en la Primera Guerra Mundial. Scott Fitzgerald fue miembro de la denominada Generación Perdida, grupo literario que también incluía entre sus filas a escritores como Ernest Hemingway o John Dos Passos.

Después del triunfo de su primera novela, “A Este Lado Del Paraíso” (1920), Scott Fitzgerald dedicó todo su tiempo a la literatura. Su estilo directo y cuidado solía plasmar con carácter satírico las interacciones de los individuos pertenecientes a la sociedad acomodada estadounidense en la feliz década de los años 20, denominada por el propio autor “la era del jazz”. Novelas como “Hermosos y Malditos” (1922), “El Gran Gatsby” (1925), “Suave Es La Noche” (1934) o “El Último Magnate” (1941), y colecciones de narraciones breves como “Jovencitas y Filósofos” (1920), “Cuentos De La Edad Del Jazz” (1922), “Todos Los Hombres Tristes” (1926) o “Toque de Diana” (1935) son algunos de sus títulos más conocidos.
Con su novela inicial, A este lado del paraíso (1920), obtuvo gran popularidad, lo que le permitió ir publicando sus cuentos en revistas de prestigio como The Saturday Evening Post, y convertirse en una de las figuras más representativas del "sueño americano" de la década de 1920. Se trasladó a Francia junto con su mujer, Zelda Sayre, personaje fundamental para Fitzgerarld, tanto en la felicidad como en la desdicha, ya que fue su inspiración y compañía en el decenio de gloria que les tocó vivir, y el centro de sus preocupaciones a partir de 1930, cuando él se hundió en el alcohol y ella en la demencia.

En Francia acabó de escribir la que se considera su obra maestra, El gran Gastby (1925), la historia del éxito y posterior decadencia de un traficante de alcohol durante la ley seca, que se fabrica una identidad aristocrática y a partir de allí vive como un fantasma en una mansión, consagrando todas sus fuerzas y dinero a conseguir a la mujer que ama. Cultivó también la narración breve, y algunos de sus cuentos están considerados antológicos dentro de la literatura en lengua inglesa. Escribió aún otras dos grandes novelas, Suave es la noche (1934), que él consideraba la culminación de su obra, y la póstuma e inconclusa El último magnate (1941), donde cuenta los aspectos más miserables del mundillo de Hollywood, que tan bien conocía, ya que en los años de ruina que precedieron a su muerte trabajó como guionista anónimo para la industria del cine. Su libro igualmente póstumo y testimonial El jactancioso (publicado en 1945 por Edmund Wilson) es la crónica escalofriante y hermosamente desdichada de su desintegración como hombre y escritor, donde hace una revisión de sí mismo y de las causas abismales que provocaron su caída. La primera frase de este relato-ensayo (relato El Crack-Up ) es tan clara que vale por un manifiesto: "Toda vida es un proceso de demolición". Parte de sus ensayos fueron reunidos en el libro “Sobre La Escritura”.

Una de sus amantes fue la columnista de sociedad Sheilah Graham, quien escribió un libro sobre su relación con el escritor en “Lecciones De Un Pigmalión”. Falleció de un ataque al corazón en 1940 en Holiwood cuando tenía 44 años. Su esposa Zelda Sayre escribió una novela autobiográfica, Resérvame el vals, y cuentos. Sus cartas revelan un notable talento literario. Fue una bailarina frustrada, que dejó el ballet joven y lo retomó mayor. Zelda tuvo un final más horrendo: murió calcinada en 1948 en un incendio en el hospital Highland, en Carolina del Norte donde vivía internada. En 1975 los restos de ambos se enterraron juntos. En su lápida se lee el final de El gran Gatsby: “Y así seguimos empujando, botes que reman contra la corriente, atraídos incesantemente hacia el pasado.
Zelda y Scott lo tuvieron todo y todo lo perdieron. Las cartas que se intercambiaron a lo largo de su vida, publicadas en EE UU en un solo volumen en 2002 y traducidas al castellano por Ramón Vilà Vernis en la obra Querido Scott, querida Zelda (Lumen), ayudan a entender ese proceso de derrumbamiento.

Suave es la noche " (en inglés, "Tender Is the Night")  publicada en 1934 es una de la mejores novelas de Francis Scott Fitzgerald, el autor de El gran Gatsby, " El título de la obra proviene de la Oda a un ruiseñor, de John Keats: Already with thee! tender is the night (IV, 5)
La novela refleja una etapa de la vida del propio autor: en 1932, su mujer Zelda Sayre Fitzgerald fue hospitalizada por esquizofrenia en un sanatorio en Baltimore (Maryland). El escritor alquiló entonces la villa llamada "la Paix", en el suburbio de Towson, para escribir esta novela: la historia del ascenso y caída de Dick Diver, un joven y prometedor psicoanalista, y su mujer, Nicole, quien al mismo tiempo era una de sus pacientes. Fue publicada en dos versiones distintas. La original, de 1934, utilizaba flashbacks para introducir elementos en la trama, mientras que la segunda versión, preparada por un amigo y crítico de Scott Fitzgerald, Malcolm Cowley, a partir de las notas del propio autor, sigue un orden cronológico. Esta segunda versión se publicó póstumamente en 1951, y algunos críticos sostienen que Cowley decidió llevar a cabo esta revisión a causa de las reseñas negativas que la obra estaba recibiendo en su versión primitiva, con su estructura temporal no lineal.

La historia arranca en 1925 cuando Rosemary Hoyt, una joven actriz de reciente éxito, llega junto a su madre a un hotel en la costa de la Riviera Francesa en donde se reúne la gente más distinguida y elegante. Allí conoce a un grupo de personas entre los que destaca el matrimonio Diver, una pareja norteamericana que representa lo más granado y glamuroso de la sociedad. Son jóvenes, atractivos, ricos y los perfectos anfitriones. Enseguida Rosemary se enamora perdidamente de Dick y aunque él al principio se muestra reticente a corresponderla al final cae rendido ante los encantos de la joven actriz. 
Los Diver aparenta una irresistible perfección, pero Nicole tiene un secreto y Dick una debilidad. Cuando tiempo después, Rosemary y Dick vuelven a coincidir en París, embriagados por el champán y la diversión de los años veinte del siglo XX, algo cambia en la percepción del médico que, por primera vez, se plantea enturbiar la imagen de perfecto héroe y caballero honorable que siempre ha intentado forjarse de si mismo.

Suave es la noche es una de las cumbres de la obra de Francis Scott Fitzgerald, su novela más intensa y de mayor carga autobiográfica. En palabras de su esposa Zelda, «hay mucho de su propia vida en este atormentado retrato de opulencia destructiva e idealismo malogrado». La primera parte de esta novela nos es relatada desde el punto de vista de Rosemary,  una chica que a sus escasos 18 años se ha convertido en una estrella de cine, y que durante un viaje por la Riviera Francesa se vuelve objeto de las atenciones de los Diver. Es desde su perspectiva inocente y bienintencionada que conocemos a Nicole y a Dick, y poco a poco nos vamos enamorando de su amabilidad, hospitalidad y del maravilloso estilo de vida que llevan. Él es un médico respetado, bastante inteligente y centrado, con un aparente buen gusto y una cultura envidiable. Ella siempre amable y encantadora, gusta de pasar su tiempo comprando regalos, conociendo gente y ofreciendo fiestas. Rosemary queda embelesada con la química que tiene la joven pareja, y pasa a formar parte de las lujosas cenas y paseos extravagantes organizados por los Diver. La segunda parte nos revela el pasado que tan arduamente los Diver han intentado dejar atrás. El autor basó gran parte de este libro en sus experiencias personales y las de su esposa, y es precisamente en esta parte de la narración que se hacen patentes estas referencias. Alcoholismo, enfermedades mentales, infidelidades, relaciones enfermizas, calumnias, celos, todo se agolpa para exponer a Nicole y a Dick como lo que realmente son, personas que distan mucho de ser perfectas y que se ven obligadas a mantener las apariencias. En la última parte de la novela la decadencia de los Diver se vuelve más y más evidente, y nos lleva a un desenlace sorprendente. Mientras Nicole emerge de las sombras, Dick empieza a caer en un abismo del que no podrá salir.

 Fitzgerald carga las tintas contra los americanos ricos que viajan por Europa en esos años felices, justo cuando el recuerdo de la Primera Guerra Mundial transitaba del dolor al romanticismo, y justo antes de que siquiera se anunciase la crisis del 27 y el auge de los totalitarismos que desembocarían en la Segunda Guerra Mundial. El autor, a su vez americano de viaje por Europa, critica a la clase alta norteamericana por su estupidez y su incapacidad de relajarse y entender el París de esa época. Entre sorbos de champán y fiestas surrealistas, entre música absurda y charleston, los mejores personajes de Suave es la noche pasean sus trágicos destinos: Abe North, un músico genial en horas bajas, empeñado en destripar a un camarero para ver de qué está hecho por dentro, o capaz de perder un barco con destino a su país por no perderse la última publicación de una novela por entregas; o Tommy Barban, un soldado enfermo de romanticismo con un amor imposible y siempre en busca de una batalla en la que morir luchando.

Fitzgerald aborda a sus personajes de una manera bastante fría y distante, pero no por ello superficial. A lo largo de esta novela somos participes de las tribulaciones de los protagonistas, de sus dilemas morales y psicológicos. El autor retrata la mentalidad y el estilo de vida de su época, la frivolidad y la decadencia sólo resaltan aún más la complicada dinámica de Nicole y Dick Diver.

El estilo del autor es muy agudo, sosegado, con juegos de palabras y con unos diálogos que no tienen desperdicio con mucho humor y sátira. Aunque gusta de la frase larga, Scott Fitzgerald consigue un ritmo muy fluido gracias a la precisa construcción de las acciones. Hay continuas elipsis temporales que dotan de un peculiar ritmo y dinamismo a la narración. Lo que comienza de forma liviana y desenfadada, casi divertida, se va tornando en una trama más oscura y deprimente conforme avanzan las páginas y vemos el fondo y el deterioro de la historia. La novela se desarrolla en varios planos temporales. En primer lugar conocemos al matrimonio Diver y a Rosemary y el ambiente en que se mueven. Fiestas, alcohol, lujo y diversión. Una vida aparentemente inocua y despreocupada. Luego retrocedemos en el tiempo para conocer como se conocieron Nicole y Dick, cuando él estudiaba en Zurich y ella se encontraba internada en una clínica de salud mental para curar su dolencia esquizoide. Y al final veremos que les depara el futuro a sus personajes hasta una edad avanzada. 

El personaje alrededor del cual gira la historia es Dick Diver, un personaje que se debate por tener que elegir un camino en un declive constante. La elección entre la que podría haber sido una brillante carrera o la de vivir del dinero fácil de su mujer (con la sensación de haber sido comprado y obligado). La elección entre Nicole y Rosemary, dos mujeres a las que ama de distintas maneras. Y sobre todo la elección entre él mismo y salvaguardar el bienestar de su esposa. Por todo ello vemos paso a paso como se viene abajo y atormentado pierde las riendas de su propia vida y su propia identidad. Los remordimientos, la falta de autonomía, el enfrentamiento del deber al querer, la influencia del dinero, la adicción al alcohol van a provocar la autodestrucción del personaje que pasa de ser un joven prometedor con el futuro que desee a sus pies, a un hombre entrado en años, que no ha conseguido completar ninguno de los proyectos con que soñaba de joven.
Este derrumbamiento se produce por el hecho de que Dick sea psiquiatra y Nicole una mujer con serios problemas mentales. Aunque esté "mejor", su relación matrimonial siempre se verá confundida por la relación médico-paciente implícita. El segundo factor, muy relacionado con el primero, es la fortuna de Nicole. Dick proviene de una familia de clase media mientras que la familia de Nicole, los Warren, tiene muchísimo dinero. Así pues, con el modo de vida que lleva el matrimonio, Dick no puede si no sentir que está siendo mantenido por su mujer, ya que él a penas trabaja si no es escribiendo algunos ensayos. De ahí que, como lo indica al principio de la novela la hermana de Nicole, tenga la impresión de que no es más un doctor "comprado" para que cuide de la chica. Su frágil equilibrio sólo se sutenta en la apariencia y en la etiqueta. Cuando estos dos pilares se tambalean, cualquier cosa puede ocurrir. Dick va hartándose, desquiciándose de esta sociedad, de simular ser siempre alguien que no es.
Nicole, su mujer, es una joven estupenda y maravillosa pero que estuvo ingresada en un hospital psiquiátrico durante su juventud, debido a las secuelas que en ella habían dejado los abusos sexuales de su padre. Nicole tiene dos caras: la enferma y la recuperada, que se entretejen en torno a su marido, Dick, formando una red tensa y resistente de la que él no es capaz de escapar. Además, tenemos a Rosemary, la lánguida, ingenua e impávida actriz; al alcohólico señor North, a Mary la trepadora; al escritorzuelo de masas McKisco y a algún impasible americano más que pasa sin hacer ruido por el relato. Todos estos personajes, descritos y concretados hasta el más íntimo detalle, son en realidad, vehículos que Scott Fitzgerald utiliza para lanzar a la cara del lector sus reflexiones sobre la fragilidad y complejidad de la naturaleza humana.

Fitzgerald recreó en Suave es la noche las amargas experiencias que le depararon los ocho años que tardó en escribirla. A través de su personaje Dick Diver intenta comprender los claroscuros de la vida: la intromisión de una amante en un matrimonio de renombre, sus destructivas relaciones con el dinero y el alcohol y la búsqueda imposible de un equilibrio emocional. Para Fitzgerald, una vez que se traspasa la línea que separa la lucidez de la locura, puede suceder cualquier cosa, incluso que los papeles se intercambien y el equilibrio acabe en “la pura bancarrota emocional”.  Scott Fitzgerald retrata al género humano de una forma certera y tan sagaz, que a veces nos duele vernos reconocidos. Por eso es un clásico del siglo XX.

Nos dice Juan Miguel Ariño que es curioso que parte de la crítica considerara Suave es la noche como una novela romántica con cierta tendencia a lo trágico, construida con los mimbres del pasado, siendo un terrible descenso a los abismos, una extraordinario relato psicologico y vital de la derrota, compuesto con una maestría literaria sublime y llena de una modernidad narrativa a estas alturas incuestionable…” 

Esta reseña es un extracto y compendio de otras que se relacionan:
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jueves, 2 de junio de 2016

El mundo de Juan Lobón: Luis Berenguer ( la prosa y la cartografía )

La propuesta de la tertulia para el mes de junio es El mundo de Juan Lobón de Luis Berenguer.

"... Luis Berenguer y Moreno de Guerra fue ingeniero naval y capitán de fragata, nacido en El Ferrol en 1923, se consideró siempre andaluz de la isla de San Fernando, ya que su nacimiento en Galicia fue accidental debido a que su padre estaba destinado como militar allí. Berenguer centró su admirable obra literaria principalmente en la bahía gaditana y en su entorno maravilloso, con cuyos personajes populares, campos y rincones supo compenetrarse hasta dejar sobre ellos jirones de su propia vida. Tuvo una fulgurante y corta carrera literaria. Nos dejó seis novelas excepcionales: «El mundo de Juan Lobón», «Marea Escorada», «Leña verde», «Sotavento», «La noche de Catalina Virgen» y «Tamatea». Se nos fue joven en 1979 con sólo 55 años de edad.

 El mundo de Juan Lobón publicada en 1967 fue la primera novela de Luis Berenguer, uno de los escritores más destacados del movimiento literario que a finales de los sesenta se llamó Narraluces o generación de narradores andaluces. Esta novela, que tiene su versión cinematográfica le valió a  Berenguer el premio de la Crítica de 1968, y al año siguiente obtuvo el Nacional con Marea escorada. La novela es la historia de José Ruiz, alias Juan Lobón, un histórico cazador furtivo de Alcalá de los Gazules. Narrada en una extraordinaria primera persona, el protagonista cuenta desde la cárcel el porqué de su historia y su encierro. Un estilo que recuerda al empleado por Cela en La familia de Pascual Duarte.  Es Juan Lobón un cazador que vive del y en el campo, precisamente en una lobera, o cueva, junto a sus perros junto a los cuales emplea la forma más primitiva de cazar, casi rozando el cuerpo a cuerpo con los animales.  La novela está ambientada entre los años 40 y 50, cuando la forma de vida de las personas que viven y se alimentan de la caza comienza a estar perseguida y Juan Lobón se convierte en un furtivo, situación que nunca llega a entender, ya que él caza pero también cuida el campo. De hecho nunca llega a cazar a ninguna hembra, mucho menos si está preñada. Es lógica esta forma de actuar por parte de la persona que tiene en la caza su forma de vida, sin embargo se queja amargamente de aquellos que comienzan a hacerlo por entretenimiento y disparan sin miramientos.   Constantemente perseguido por la justicia, los civiles, los terratenientes y los siervos de estos, Lobón se resiste a abandonar la caza. El relato está maravillosamente construido desde la óptica del protagonista. En este sentido el lenguaje rural está ampliamente conseguido, a la vez que la mentalidad del hombre que vive apartado de la sociedad en desacuerdo con las leyes y con una lógica aplastante contra éstas.

Entre los méritos literarios de la obra destaca que haya preservado "un vocabulario en vías de extinción y un fascinante universo verbal". "La sensación de realidad y vida que emana de esta novela se debe en gran medida a la hazaña de haber atrapado en sus páginas, como si de una mariposa se tratara, la fugacidad del lenguaje oral de la baja Andalucía antes de que fuera allanado por horas de televisión y contaminado por el turismo masivo", añade Parreño. 
El mundo de Juan Lobón es el relato de un cazador furtivo contado por él mismo desde la cárcel. El preso redacta su autobiografía para que todos, y en particular su hijo aún no nacido, sepan la verdad en cuanto a su oficio de cazador y las actividades y los acontecimientos que le han llevado a su encarcelamiento. A través de sus evocaciones, Juan Lobón hace lo posible para que quede un resquicio de verdad, de justicia y de honra en un mundo que se le desmorona. De ahí, la grandeza y la tragedia de este hombre sencillo y sincero, cuyo único temor es que su casta «se desnate», se extinga.

El cuerpo de El mundo de Juan Lobón se prologa por tres exordios: un mapa titulado «El mundo de Juan Lobón» una carta dedicatoria que Luis Berenguer escribe a su amigo, el doctor José Benavente Campos y, finalmente, una breve y difusa introducción redactada por Lobón que se llama «Cuatro Cosas Para Antes De Empezar». En la carta del novelista al médico, Berenguer hace constar que aprendió su «cuento de cazadores» de «los hombres y los ecos que van dando tumbos por esas serranías de Aljibe, Bermeja y Ronda» A renglón seguido, advierte que su historia tiene lugar «...en un sitio que no quiera usted localizar en el mapa porque no está allí: está, ...en la encrucijada de los que nunca perdieron fe en su destino». Queda claro que la novela se ambienta en la Baja Andalucía, más exactamente en la Sierra de Cádiz y Málaga, pero en una localidad indeterminada y ficticia. 
 La novela tiene, pues, una base y un trasfondo geográficos y sociohistóricos no exentos de autenticidad. Berenguer refuerza y mantiene esta carga objetiva hábilmente. Primero, levanta un mapa entre ficticio y real; y luego crea un protagonista cuasi histórico para criticar e ironizar la falsedad e injusticia sociohistóricas en su tierra adoptiva. El prólogo se divide en breves apartados en que el cazador resume para el lector las causas de sus desgracias. En el primero, Lobón repasa, con su lenguaje rústico encantador, las antiguas leyes de caza. La más importante de estas leyes, y la que rige su existencia, es ésta: «Los bichos montunos son de todos y nadie: del que los trinca. No hay castigo por matarlos»  A pesar de las dudas que Juan pueda suscitar en el lector como narrador fidedigno, el furtivo termina el apartado con una sentencia a todas luces fehaciente para el mundo, para la España del franquismo, en que se mueve: «Los papeles lo cambian todo si tienes influencia y convidas a éste y al otro que los escriben»
A lo largo de su relato Lobón nunca dejará los móviles de su comportamiento en el tintero y esta franqueza lo encariña con el lector. Más que confesiones, sus memorias forman una defensa de su conducta. Lo irónico de su condición proviene del hecho de que en «Cuatro Cosas» se reconozca un furtivo, pero, a la vez, está convencido de que su profesión debe considerarse tan honrada como cualquier otra. Son don Gumersindo y los demás señoritos que quieren monopolizar la caza con las nuevas leyes quienes han convertido a Lobón en un criminal. El furtivo es tan esquivo y ducho que al final «los del señorío» lo tienen que «cazar» con tejemanejes legales. Describe su extraña situación así: «Aquí me han traído por lo que no hice y aquí me tienen por lo que no saben».

Ante todo, el novelista se presenta como un testigo presencial que conoce a fondo el caso de Juan Lobón. Tanto es así que sus conocimientos e investigaciones personales le permiten levantar un mapa del lugar. Berenguer ha descubierto que Lobón es tremendamente fiel a sus principios. La rectitud y honradez profesionales y personales del furtivo han hecho mella en el amanuense porque compendian lo más auténtico del espíritu humano. A pesar de su oficio «ilegal», en «Cuatro Cosas» Juan comienza a alzarse como un genuino y verdadero hombre de bien, cuyos escritos y comportamiento, aparentemente fidedignos, desmentirán las «verdades oficiales» que le han privado de su libertad. 
Berenguer, que era marinero de profesión, y por tanto sabía mucho de la cartografía, prologó su novela con un mapa, una muestra de Andalucía, con el que esperaba representar y comunicarles de manera gráfica a sus lectores los temas -la honra, la corrupción, la destrucción del medio ambiente, etc.- que formarían la base ideológica de su obra. Muchos novelistas han utilizado un mapa con varios fines y por múltiples razones en sus obras. Por ejemplo, sólo después de inventar el mapa que preludia La isla del tesoro, concibió Robert Louis Stevenson la idea de escribir su novela (Wise, «Treasure Maps» 18). Al abrir el libro, la isla imaginaria intriga al lector despertando sus ansias de viaje y aventura. Tampoco tiene sentido buscar un tesoro pirata sin un mapa. William Faulkner se declara el «único dueño y propietario» del Cantón de Yoknapatawpha, y dibuja un mapa del norte del estado de Mississippi para crear un sitio entre literario y real en toda una serie de novelas y cuentos cuyos argumentos tienen lugar a lo largo de cien años (Zanger 789). En su mapa Faulkner hace hincapié en las relaciones entre hombre y tierra indicando los sitios donde ocurren los acontecimientos novelísticos (Post, «Cartographic Fantasy» 13). J. R. Tolkien crea mundos imaginarios e intenta ayudar la comprensión del lector agregando mapas fantásticos (no son representativos del mundo «real») a su obra. También intenta estimular el espíritu aventurero en el lector. Así, el novelista cartógrafo es un fenómeno recurrente en la historia de la literatura mundial. Algunos, sin duda, han querido hacer alarde de su sabiduría geográfica y habilidad cartográfica. Pero uno sospecha que todos estos novelistas se han dado cuenta de que el mapa es uno de los medios gráficos más expresivos que existe en el momento de impartir información. El mapa es un sistema de comunicación inmemorial, y esta misma antigüedad ayuda a Berenguer a simbolizar el atraso y estancamiento sociales en Andalucía. Por otra parte, no cabe duda que «El mundo de Juan Lobón» es un mapa cinegético que señala las querencias de los animales que Juan persigue. Su oficio es una manera de ser tan histórica en Andalucía como la del terrateniente. Por eso, el mapa cobra dimensiones y vertientes sociohistóricas que a su vez entran en el terreno de lo metafórico. A lo largo de la novela la caza causa y representa un continuo choque clasista. Pero este oficio también puede considerarse una fuerza niveladora, puesto que Juan se cree tan hombre y tan dueño de su porvenir como los caciques. Los personajes de Juan Lobón pueden dividirse en dos categorías generales: poseedores (latifundistas y aficionados a la caza) y poseídos (campesinos y guardias); y luego Juan, en entredicho, que se resiste a ser subyugado. Para penetrar y comprender el caos que lo rodea, y para dar norte a su vida y reconciliarse con su futuro, Juan se pone a escribir. Su enajenación y marginación se reducen (sicológicamente al menos) al levantar su mapa y redactar su historia. Gracias a sus escritos, puede que su soledad radical se comparta con otros.
Para realizar su proyecto Juan utiliza un discurso de dos cañones: la prosa y la cartografía. Quema sus últimos cartuchos a sabiendas que la palabra escrita, aunque un arma potente, es sintácticamente unidimensional: la prosa avanza paso a paso. Es más, sus anécdotas confusas pueden confundir a sus lectores. Por eso, crea un punto de referencia que orienta y polariza sus argumentos: el mapa. El mapa se convierte también en una escritura de propiedad que indica el apego y el afecto que Juan tiene para con su querencia. En otro sentido, Juan resulta ser un antropólogo, preocupado por la vida y la cultura de su comarca: las interacciones del hombre con la naturaleza y las consecuencias históricas de este proceso. Escribe: «Los venados valían poco, pero mucho más sin comparación, que los que los daban el tiro» (165). Existe una marcada y asombrosa reciprocidad explicativa entre el texto y su mapa. La analogía se va convirtiendo en una metáfora multidimensional.

La realidad, muchas veces, supera a la ficción. Y don Luis Berenguer se limitó a testimoniar esa realidad. Uno de sus personajes lo dijo: “La mentira que me trajo aquí, echó esta vedad que cuento”..."

Esta recensión es resumen y compendio de otras reseñas que se relacionan:
http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/hispania--1/html/p0000004.htm http://elpais.com/diario/2005/05/02/andalucia/1114986148_850215.html
http://www.librodearena.com/post/fontanerodelmar/el-mundo-de-juan-lobon-de-luis-berenguer/4390774/3880
http://www.islabahia.com/arenaycal/2001/09septiembre/quintin.htm
http://www.lecturalia.com/libro/10554/el-mundo-de-juan-lobon
http://www.diariodesevilla.es/article/ocio/520769/la/prodigiosa/mirada/cazador/furtivo/llamado/luis/berenguer.html
http://www.elcastillodesanfernando.es/2015/12/luis-berenguer-testigo-de-un-mundo-virgen/

viernes, 6 de mayo de 2016

La vida perra de Juanita Narboni de Ángel Vázquez (el último escritor maldito). La propuesta de la tertulia para el mes de Mayo.

Ángel Vázquez (Tánger, 1929- Madrid,1980) fue un escritor, autodidacta, políglota, apolítico, desclasado y un alcohólico solitario que vivió toda su vida en un continuo estado de precariedad. Hijo de Álvaro Vázquez, un camarero, de probable origen malagueño, de quien se sabe que maltrató a su hijo; y de Mariquita Molina, figura conocida en el Tánger de la época debido a su regencia de una sombrerería distinguida de la calle Siaghin, en la medina antigua de la ciudad. Parece ser que allí fue donde tanto ella como su hijo Ángel aprendieron la haquetía (o la yaquetía: una mezcla de hebreo, árabe y castellano) hablada entre los judíos de origen español en el norte de Marruecos. Abandonó sus estudios en 1947 a causa de problemas económicos, después de haber estudiado en tres escuelas: italiana, francesa y española. A partir de entonces se convierte en autodidacta. Trabajó en la oficina de un hebreo húngaro emigrado de Europa; pasó un tiempo como vendedor en la Librarie des Colonnes (aún hoy abierta, en el Boulevard Pasteur de Tánger); colaboró con el Diario España, que fue más tarde dirigido por Eduardo Haro Tecglen. Fue amigo de Emilio Sanz de Soto, con quien mantuvo amistad hasta su fallecimiento, de Paul Bowles y especialmente de la mujer de este, Jane Bowles. En las fiestas de los Bowles conoció a toda la intelectualidad que pululaba por la ciudad internacional. A la ciudad de Tánger acudieron Ginsberg y Kerouac, Beckett, Burroughs, Capote Tennessee Williams, Luis Buñuel y Juan Goytisolo, entre otros. Tánger era entonces una ciudad emblemática con un particular estatuto de ciudad libre donde circulaban sin demasiadas complicaciones las prostitutas, los homosexuales, los alcohólicos, los drogadictos, los expatriados, y al rebufo de todo esto una pléyade de artistas e intelectuales de todo fuste.
Ángel Vázquez o Antonio Vázquez, como también se le conoció, fue un tangerino que vivió el esplendor y la caída de una ciudad cosmopolita, que fue deteriorándose y perdiendo ese brillo que alcanzó Tánger como ciudad internacional. Su situación económica se agravó conforme se acercaba la independencia de Marruecos, que se impondría definitivamente en Tánger, sobre su estatuto previo internacional, en el año 1959. Los problemas económicos y su adicción al alcohol le obligaron a abandonar su casa. En 1962 recibió el Premio Planeta (después del cambio del primer fallo del jurado en favor de Concha Alos) por Se enciende y se apaga una luz, su primera obra publicada. Finalmente sólo publicaría nueve cuentos y dos novelas más (Fiesta para una mujer sola en 1964 y la vida perra de Juanita Narboni en 1976 ). En 1965, después de la muerte de su madre, se traslada a España y publica su mejor novela, La vida perra de Juanita Narboni en 1976. Despectivo consigo mismo y con su escritura, exigente hasta el límite del rechazo, un rato antes de morir de un ataque al corazón, el 25 de febrero de 1980, había estado quemando dos novelas que no había conseguido terminar. José Manuel Lara costearía los gastos de su entierro, en nombre de la editorial Planeta. Vázquez fue considerado entonces como «el último escritor maldito de España». Su obra fue elogiada por Juan Goytisolo y por Alejo Carpentier, entre otros. Durante mucho tiempo ha sido un escritor casi desconocido y sólo reivindicado por una minoría.

El escritor gaditano Eduardo Mendicutti, señaló que: "Ángel Vázquez reúne todos los elementos para ser un escritor de culto, tuvo una vida enormemente literaria, de héroe fracasado que unió su decadencia a la del Tánger como ciudad internacional que representó en sus novelas... pero ni como eso siquiera ha sido recordado". Algo "casi inexplicable" si se tiene en cuenta que escribió la que muchos consideran una de las grandes obras maestras de la literatura española del siglo XX, 'La vida perra de Juanita Narboni¡, relato en primera persona de la decadencia de aquel Tánger reflejado a través de un personaje que recuerda poderosamente a la madre del autor. Y, avisa Mendicutti, también "al propio Antonio Vázquez, que era su nombre real. Juanita está alcoholizada, es una solterona amargada que ve como todo su mundo desaparece sin poder hacer nada... Algo muy parecido a lo que vivía él mismo en sus carnes".

Escritor fuera de nómina se ha llamado a Ángel Vázquez alguna vez, un escritor marginal que nació en 1929 en esa tierra de nadie que fue Tánger desde la conferencia de Algeciras hasta la independencia de Marruecos, una ciudad internacional con un estatuto especial en la que pensó Michael Curtiz cuando rodó la película Casablanca, que en realidad tendría mucho más asiento y verosimilitud en Tánger que en Casablanca. Se le ha considerado como un escritor marginal por vocación y por destino, escritor a contracorriente e inclasificable, la literatura fue para él una forma de defenderse de las injurias de la vida. Era, lo decía el mismo, la evasión del prisionero, no la huida del desertor, y se instalaba más que en la tradición española, en la narrativa francesa o inglesa y en las novelas y relatos de Virginia Woolf, Katherine Mansfield o Chejov.

Su mejor obra fue, sin duda, La vida Perra de Juanita Narboni, que fue recuperada por Cátedra Letras Hispánicas hace pocos años, con un extenso prólogo y con notas esclarecedoras de Virginia Trueba La obra narra la vida de una mujer solterona, alcohólica y amargada llamada Juanita Narboni, apellido de origen sefardí que pudiera ser una derivación del apellido Narbona. La historia se desarrolla en Tánger, y todo ello a través de un  fantástico  e ininterrumpido monólogo interior enmarcado en un implacable presente. Es el soliloquio envolvente y arrollador de una mujer, Juanita Narboni, en la que no cuesta mucho ver un trasunto de la madre del propio Ángel Vázquez. Juanita vive con sus padres y su hermana, a la que de forma reiterada llama puta y dice no poder soportar. Su padre es alcohólico y probablemente acosa a las niñas marroquíes. Con su madre, la descansada, mantiene una relación que oscila entre el amor y el odio. Hay otro personaje, Hamruch, la criada de la casa, que jugará también un papel principal en la novela, pues sirve a Juanita para desahogarse y para atenuar sus desvelos. La pérdida de Hamruch será el golpe definitivo a su cordura. Con todos los personajes parece que dialoga, o mejor piensa en voz alta en un fluir contante que avanza y retrocede en el tiempo de forma libre. Juanita quejándose de su hermana: la otra, la moderna, la guarra. dialogando con su madre ausente para reprocharle que no la quiso lo suficiente y siempre tuvo debilidad por su hermana. Es una voz deslenguada y procaz que se abisma en ensoñaciones disparatadas. Una voz que se desgarra en lamentaciones sobre lo que pudo ser y no fue. La protagonista es un personaje plagado de matices, inolvidable, lleno de vitalidad y ganas de vivir, con sus preocupaciones cotidianas y sus problemas.

La lectura de la novela trae enseguida a la memoria a dos escritores, muy similares a Vázquez: Manuel Puig y Agustín Gómez Arcos. Las similitudes con el argentino son innegables, aunque no sean premeditadas. Se aprecia sobre todo en las voces de los personajes, muy locales, que emplean mucha jerga, y en la aparición de decenas de referencias a la cultura de masas. Ambos recurren a letras de boleros, de coplas o a pasajes de películas para ilustrar algunos de los episodios. Con Gómez Arcos tiene Ángel Vázquez en común la capacidad para crear el ambiente de la novela, para hacernos ver el espacio en el que se desarrolla cada escena sin que sea necesario describirla. Somos capaces de ver las calles de Tánger, la tienda de Marinita Medina (personaje que en realidad representaba a la madre de Vázquez) y podemos saborear algunas de las comidas que se mencionan a lo largo de la novela.

La vida perra de Juanita Narboni es una novela intensa y sorprendente, escrita bajo la influencia de sustrato de la memoria. Vázquez recrea la ciudad en la que nació y lo hace desde la mirada de una mujer que se va apagando a la vez que también en la ciudad se acaba la ocupación europea. La novela es magistral desde muchos puntos de vista. El principal aporte de la obra es el lenguaje que empleó Vázquez en su escritura. El monólogo de Juanita está plagado de palabras procedentes de la yaquetía, derivada de la lengua sefardí, y con la que se expresaban muchos de los tangerinos de origen español. La yaquetía era el castellano popular y meztizo que se hablaba en Tanger, salpicado de andalucismos, de palabras y expresiones francesas, inglesas y árabes, y, sobre todo, del habla de los judíos sefardíes. Es fascinante cómo suena en boca de Juanita, cómo se mezcla con los insultos clásicos del español y cómo de cuando en cuando aparece alguna frase en francés. Todo ello con frases cortas y vibrantes en las que se aprecia el mal genio de Juanita, pero también sus miedos y su angustia. Uno de los méritos del libro es haber reproducido muy bien el dialecto judeo-español de la yaquetía, que el autor aprendió oyendo hablar a su madre en la tienda que tenía con sus amigas judías. Vázquez fue capaz, a través de ese monólogo trepidante, de mostrarnos la vida de Tánger durante los años previos a su esplendor, cuando llegaron los extranjeros y lo ocuparon todo y cómo estos sólo se preocupaban de sus negocios e ignoraban a la población árabe a la que consideraban como un elemento exótico del paisaje. Después nos muestra a través de ese monólogo ininterrumpido cómo ese mundo ideal para los occidentales va poco a poco desapareciendo en la medida que los marroquíes fueron tomando el control de la ciudad. Pero Juanita nunca vivió esos años de esplendor en Tanger con un cierto desahogo. El estado de precariedad le acompañó siempre y fue acentuándose al final de su vida, como también sucedió con la vida del propio autor. El amor tampoco le correspondió. Los hombres que pasaron por su vida fueron todos homosexuales y desaparecieron de su vida igual que su familia. De ahí que una de las virtudes de esta novela sea esa desmitificación de Tánger como ciudad del amor y del pecado que crearon muchos de los ingleses y norteamericanos que se establecieron allí durante los años de bonanza. Esta obra es varias cosas a la vez, entre otras la crónica melancólica de un mundo tangerino que se acaba.

A pesar de ser una de las mejores novela que se ha publicado en español en el pasado siglo XX, es una gran desconocida. Se trata de una novela histórica, que describe como telón de fondo el Tánger de mediados de siglo y cómo se vivía por allí en esa época. Un Tánger colonial, cosmopolita y seductor, declarada en 1923 zona internacional administrada por ocho países. Tierra de nadie y de todos a la vez, engañosa y seductora. Esa mítica ciudad llena de libertad y encanto hasta 1959, en la que convivían franceses, españoles, estadounidenses e intelectuales de todos los rincones del mundo
La vida perra de Juanita Narboni es la novela de Tánger, de su protagonista-narradora femenina, Juanita Narboni, que muere cuando muere Tánger, y del lenguaje con el que se expresa en un soliloquio desgarrado más que en un monólogo interior. Esos tres elementos se funden en la única voz que habla en la novela, el mejor monólogo según Rafael Conte de la literatura española contemporánea. El monólogo crispado de una mujer que da rienda suelta en él a su amargura y a su fracaso, el soliloquio de una mujer vibrante, disparatada y cercada por la soledad como la ciudad declinante en la que sobrevive a su propia ruina:

“…Cada día me cuesta más trabajo ponerme las medias. Si tuviera ocasión y pudiera ir a Madrid, me compraría un abriguito de entretiempo. Estas cosas, indudablemente, son michelines. ¡Tócate bien, Juani! Michelines... ¡Quién te lo iba a decir! Yo que siempre creí que eso era un anuncio. ¡Y pensar que aún no hace diez años yo era una mujer delgada! Delgada, delgadísima. «Patas de alambre» me llamaban las niñas en la escuela. Sobre todo aquella hija de puta de la nieta de Madame Naudy. ¡Bien muerta está! Echo de menos los altavoces. Con este levante no creo que aparezca nadie por aquí. ¿Qué habrá sido de Rina Ketty? Cantaba «Sombreros y mantillas» de morir. Ése es el hijo de Cecilia. Parece mentira. ¡Y pensar que lo he visto nacer! Una prenda. Que Dios se lo conserve. Dicen que nada mejor que un delfín. ¡Qué guapo es! No se parece mucho a Cecilia, y para nada a Rodolfo. La Virgen del Carmen quiera que a Ricardito Atalaya no se le ocurra equivocarse de bandera. Y, ahora, este tonto viene a echarme. Si te conozco, niño. Tú eres el hijo de Isabel, aquella criada que mamá se trajo de Cartagena. Estuvo un tiempo sirviendo en casa y luego nos la quitó María Benet. No. No voy a comer, ni muchísimo menos. Con lo que cuesta aquí el cubierto yo tengo para una semana. Le preguntaré por la madre. Como la que no quiere la cosa. Eso le desconcertará. Lo que yo decía. Se ha quedado de piedra. ¡Cómo sonríe el cabrón! Me alegro de que Isabel esté bien, y que hayan puesto un chiringuito en Algeciras. ¡Claro que soy la señorita Narboni! Nada de por casualidad... Juani Narboni, para que te enteres…”

Hay una versión cinematográfica hispano-marroquí dirigida en el año 2005 por Farida Benlyazid. Es la segunda vez que La vida perra de Juanita Narboni, la novela que Vázquez publicó en 1976 y que acaba de ser reeditada por Cátedra, es adaptada al cine. Ya lo fue en 1982, en una película dirigida por Javier Aguirre e interpretada por Esperanza Roy, que con este papel ganó un premio en la Mostra de Venecia. En la versión de Farida Benlyazid, Tánger es, al igual que en la novela de Vázquez, tan protagonista como Juanita Narboni. Es el Tánger entre los años cuarenta y setenta del pasado siglo, el periodo de su cenit y su decadencia como ciudad cosmopolita…”

Esta reseña es en parte una recensión de otras que se extractan y compendian:

miércoles, 6 de enero de 2016

Leonardo Sciacia: Todo modo (la denuncia social a través de la ficción)

La tertulia ha propuesto para enero la novela Todo Modo de Leonardo Sciacia

"...Leonardo Sciascia (Racalmuto,1921- Palermo,1989) es un ejemplo más de esa ya larga serie de creadores que muestran y demuestran en sus obras la universalidad de lo local. Vinculado desde su nacimiento hasta su muerte a Sicilia, Sciascia desarrolló la mayor parte de su obra de ficción en torno al trágico pasado y presente de su isla de origen, en el que la corrupción que acarrea la vinculación del poder político con la Mafia ha sido una constante. Sciascia pasó toda la primera parte de su vida bajo el régimen de Mussoline y fue un antifascista convencido. Maestro durante más de veinte años, articulista, autor de falsas novelas negras o ejercicios literarios de ética laica, agudo observador de Sicilia e Italia, dedicó una parte importante de su vida a la lucha contra la injusticia social, la corrupción política y la mafia. 

Cuando Leonardo Sciascia publica Todo modo es un escritor consagrado, uno de los intelectuales de referencia en Italia. El libro es una denuncia sin ambages de la connivencia entre el poder político, en particular el que ejerce la Democracia Cristiana, con la jerarquía católica y la Mafia. El autor se inspiró en un suceso ocurrido en Sicilia en 1944. Poco años más tardes en marzo de 1981 la actualidad pareció darle replica a la ficción ya que comenzó el proceso contra la logia masónica Propaganda Dos, que bajo el control del empresario Licio Gelli se había convertido en una sociedad para conspirar y delinquir a los más altos niveles. En su seno se encontraban 30 generales, 38 diputados, 4 ministros, ex primeros ministros, jefes del espionaje italiano, redactores de diferentes medios de comunicación, ejecutivos de televisión, empresarios, banqueros, 58 profesores universitarios y 19 jueces. La logia fue vinculada con escándalos financieros y varios asesinatos. Sciacia había ficcionado la realidad con la precisión de un relojero. En 1978 publicó El caso Moro, sus reflexiones sobre el secuestro y asesinato del líder democristiano. Un año después, en 1979, fue elegido eurodiputado y congresista italiano en las listas del Partido Radical.  

     El argumento de la novela se desarrolla a través de un misterio. Un reconocido pintor italiano (no interesa el nombre) acaba encontrando por casualidad, durante un viaje en coche, un aislado y ascético lugar, mitad ermita mitad hotel, que despierta su interés. En ese lugar, que dirige un cura (el padre Gaetano) se reúnen los jerarcas de la política, la industria y la Iglesia italiana para meditar a la manera de los Ejercicios espirituales espirituales a los que San Ignacio de Loyola definía como «el todo modo… para hallar la voluntad divina». La mística que envuelve al lugar se hace añicos cuando se produce el asesinato de una de las personalidades notables. A partir de este momento Sciascia nos introduce en el género policíaco pero no para entretenernos, sino para explicar la verdadera naturaleza del poder en su faceta más oculta y corrupta. Todos son sospechos, pintor y cocinero incluidos. Pero realmente no importa la identidad del asesino más que en su aspecto más morboso. Descubrirlo es una mera formalidad, pura burocracia. El autor nos introduce en este universo de la mano de un artista que, accidentalmente, será el sorprendido testigo (trasunto del propio lector) de la hipocresía y el cinismo de la descarnada estructura de poder que guió los destinos de la República Italiana tras la Segunda Guerra Mundial. El núcleo de la crítica va dirigido, aunque no llegue a nombrarla en ningún momento, contra la Democracia Cristiana que hasta la crisis política de los años 1990 desempeñó el papel central de aquel régimen. Sciascia recurre a la novela policiaca para trazar una metáfora corrosiva del poder, un relato tenso e irónico que disecciona una dura verdad: la convivencia civil se corrompe cuando los intereses más turbios contaminan la gestión de lo público, cuando la frontera entre éste y los negocios privados se diluye favoreciendo la patrimonialización del Estado por parte de grupos de poder, cuando la injusticia se instala en el corazón del Estado de derecho.

Sciascia expone en Todo Modo su pensamiento y filosofía de la vida con un lenguaje comunicativo, directo, en el que todo lo que quiere expresar lo hace con claridad sin buscar complicaciones de estilo, describiendo lo esencial. Desnuda conceptos, desbroza formas y organizaciones oscuras, saca a la mirada pública los entresijos del poder y de la sociedad, no tanto para hacer una burda denuncia como un asalto más hábil que apasionado y establecer así esa inquietante unión con la literatura filosófico-política. Lanza una mirada que puede llegar a ser incómoda; cuestiona asuntos incuestionables, viene a plantear la poca solidez de los cimientos establecidos, de la mirada casi dogmática o demasiado parcial. Parece que Sciascia se divirtiera poniendo contra las cuerdas ciertas situaciones y ciertas realidades, haciéndolas visibles y desmantelando entuertos con sutileza e ironía, con una agudísima inteligencia. Pero quizá, más que poner él contra las cuerdas ciertas cosas, lo único que hace es mostrarlo, a la manera de un lúcido y ágil testimonio que evidencia el problema y se topa con lo difícil de hallar una solución, o, al menos, una solución justa. 

Contemporáneo de grandes y dispares autores como Vittorini, Pavese, Buzzati, Pasolini, Moravia, Bassani, Ottieri, Pratolini, Gadda o Calvino, entre otros, mantendrá, hasta sus últimos textos, Una historia sencilla (1989), la fortaleza de su mirada cívica, ética, ajena al egoísmo, sobre la vida comunitaria. Enemigo de la literatura como juego y punto de fuga, Sciascia nunca consideró su “estar en el mundo literario”, un refugio estético. Vertebrado por el racionalismo ilustrado, Sciascia denunciaba la esclerosis crítica y proponía una nueva mirada. La novela no es otra cosa que la propuesta de una mirada sobre la realidad reorganizada mediante las palabras”, escribió con acierto Vázquez Montalbán. La frase de Sciascia es precisa y natural. Se parece en esto a Bioy Casares. Esas oraciones diáfanas y seguras, a menudo concatenadas a través de punto y comas, arman un relato que atrae y da confianza. Su modelo podría ser Stendhal; el de las Crónicas italianas. Sabe mantener una perspicaz y entretenida distancia irónica. Su encanto reside, en buena medida, en su punto de vista frío y escéptico, pero nunca gravoso, nunca lejos de un humor suave, ligero y sagaz.

Sciacia es más un dibujante que un pintor. Delinea personajes y episodios con rapidez y vigor. Depura, estiliza. Consigue una fría belleza, una belleza “clara y distinta”. Admira a Manzoni, a Pirandello, a Lampedusa, a Diderot.  Contiene lo gris de Kafka, las paradojas de Borges y la combativa alegría de vivir de don Quijote. Ateo capaz de comprender (y soñar) el sentido de la trascendencia, moralista influido por la Enciclopedia francesa, Sciascia combinará los detallados estudios de carácter histórico, Muerte del inquisidor (1964) o Los apuñaladores (1976) con ensayos sobre Pirandello y la iconografía siciliana, pasando por susnouvelles noirs, la mafia al fondo, como El día de la lechuza (1961) o A cada cual lo suyo (1966). Todo género, la literatura, la palabra, le servirá para describir y analizar la deriva corrupta de las instituciones italianas hacia el caos y el fin de la política, entendida como el lugar de lo común, o la “historia de la larga derrota de la razón”.

Muerto en Palermo, noviembre de 1988, en plena y reflexiva madurez, sus libros, leídos hoy, luminosos y ácidos, son un aldabonazo ante el colapso general de la democracia de partidos.

   Esta recensión es compendio y extracto de otras reseñas que se relacionan:
http://elpais.com/diario/2003/12/12/cultura/1071183607_850215.html
http://www.letraslibres.com/revista/convivio/leonardo-sciascia-el-poder-de-la-mafia
http://www.eldiario.es/zonacritica/Sciascia-responsabilidad-ciudadana_6_128497154.html
http://bokdav.blogspot.com.es/2011/05/blog-post.html
http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/literatura/oficio/oficio87.htm
http://ignacio-german.blogspot.com.es/2015/02/todo-modo-de-leonardo-sciascia.html